viernes, 13 de junio de 2008

¿Qué cantan los poetas andaluces de ahora?

¿Qué cantan los poetas andaluces de ahora?
¿Qué miran los poetas andaluces de ahora?
¿Qué sienten los poetas andaluces de ahora?

Cantan con voz de hombre, ¿pero dónde los hombres?
Con ojos de hombre miran, ¿pero dónde los hombres?
Con pecho de hombre sienten, ¿pero dónde los hombres?

Cantan, y cuando cantan parece que están solos.
Miran, y cuando miran parece que están solos.
Sienten, y cuando sienten parece que están solos.

¿Es que ya Andalucía se ha quedado sin nadie?
¿Es que acaso en los montes andaluces no hay nadie?
¿Que en los mares y campos andaluces no hay nadie?

¿No habrá ya quien responda a la voz del poeta?
¿Quien mire al corazón sin muros del poeta?
¿Tantas cosas han muerto que no hay más que el poeta?

Cantad alto. Oiréis que oyen otros oídos.
Mirad alto. Veréis que miran otros ojos.
Latid alto. Sabréis que palpita otra sangre.

No es más hondo el poeta en su oscuro subsuelo
encerrado. Su canto asciende a más profundo
cuando, abierto en el aire, ya es de todos los hombres.

Balada para los poetas de hoy (Rafael Alberti)


El otro día hice un "experimento". Me subí a un vagón de metro y, en lugar de fijar mis ojos en la revista que llevaba, alcé la vista y contemplé a los demás pasajeros. La mayor parte de ellos tenían la mirada perdida en algún punto indefinido, alguno que otro miraba lascivamente a una bonita jovencita que jugaba con su móvil, y otros leían un diario gratuito de forma distraída. De pronto, mis ojos se cruzaron con otra mirada levantada. Sólo una en un vagón en el que viajaban más de cuarenta personas. Ambas desconocidas nos sonreímos con complicidad durante un segundo, como si estuviéramos igualmente sorprendidas de descubrir otra mirada curiosa en el cubículo de metal.

¿Por qué ya no nos miramos a los ojos? ¿Por qué no conocemos a nuestros vecinos? Nos sentimos solos, y sin embargo estamos rodeados de otros como nosotros, que se sienten igual de perdidos. ¿Qué nos ha pasado?

No hace falta ser poeta para tener una voz que no quiere callar, una mirada inquisitiva y un corazón anhelante. Pero, como bien dice Rafael Alberti en su balada, no vale de nada escondernos del mundo. Debemos alzar nuestros corazones y veremos que hay otros tantos que laten al unísono.

Encontremos a ese poeta andaluz perdido en cada uno de nosotros.


12 comentarios:

Anónimo dijo...

Si 'yo' muy bien nos ha relatado su experimiento, esta vez, por mi parte, no argumentaré ideas ni plantearé nuevas preguntas para ceñirme a contaros mi anécdota particular.
He estado trabajando en una Gran Gran Ciudad unas cuantas semanas. Todo allí es tal y como comenta 'yo'. Caminas por las grandes calles rodeado de miles de personas que ya no es que ni saluden, sino que ni te oyen, ni escuchan, y tampoco te ven...
En el trabajo, he tenido que enfrentarme a varias tipologías de reuniones a lo largo de estos años, unas en las que se prohíbe la entrada de móviles, portátiles, etc; otras planificadas lejos de nuestros hogares para evitar distracciones; pero sin duda, estas últimas semanas he tenido ocasión de asistir a unas insólitas, todas ellas, atención vía PC; es decir, estamos todos sentados en nuestras mesas con nuestros respectivos ordenadores. Pues bien, para evitar interrupciones y respetar el turno, han impuesto la 'maravillosa idea' de que nos comuniquemos vía PC los unos con los otros. Una mezcla de messenger token ring'iniana...
Os imaginaréis lo fácil que resulta no tener conversación alguna...
Para no alargarme mucho, intentaré resumir.
El caso es que, tras cruzar el enorme Oceáno que separa la Gran Gran Ciudad y la mía natal, comencé a vivir una nueva 'vida' sin dejar de ser persona.
Cargado con maleta, portátil, etc me faltaban manos para atender a las amables vecinas de toda la vida que no paraban de repetir lo delgado que me encontraban a la vez que me daban besos y tocaban el pelo con cariño.
El olor de las flores de mi calle choca con la contaminación que agobió mi sistema respiratorio semanas atrás.
Y así miles de detalles...
El caso es que mi anécdota simplemente viene a explicar, que nosotros somos nosotros y nuestras circunstancias, como se dice: 'Yo soy yo y mis circunstancias'.
No agachamos la cabeza, simplemente nos dan periódicos gratuitos para entreternos en largos trayectos hacia nuestros destinos, o preferimos escuchar nuestra música favorita porque apenas tenemos tiempo libre en nuestras casas, o algunos duermen por no poder ir a su trabajo en 10minutos y tener que pegarse el gran madrugón, o repasan los últimos temas de un examen en lugar de hacerlo en sus casas desayunando para después ir al colegio que tienen a 5 minutos de su casa...

Yo. dijo...

Está claro que las circunstancias nos influyen, pero creo que también las utilizamos como excusa para no enfrentarnos a nosotros mismos.

La felicidad que proviene de las circunstancias es, por naturaleza, efímera. Queramos o no, todo lo que nos rodea va a cambiar continuamente. Lo que yo busco es algo que está más allá de todo eso, a lo que en ocasiones me he referido como "mi ritmo". Rudyard Kipling habla de ese sentido de identidad para poder considerarnos Hombres: "...Si hablas con el pueblo, y guardas la virtud / Si marchas junto a Reyes, con tu paso y tu luz..."


Cuando perdemos esa luz, ese ritmo, esa identidad, es cuando somos incapaces de ser felices. ¿Cuánta gente cae en la trampa de posponer su vida a que las circunstancias sean favorables?

A pesar de que el insigne Ortega y Gasset dijo, efectivamente, que "yo soy yo y mis circunstancias", con su permiso voy a permanecer en mi idealismo y deciros que prefiero aspirar a ser Yo, independientemente de mis circunstancias.

Pilar Benito dijo...

¡Ay va, qué rinconcito tan agradable que estás cultivando en la red,”Yo”!

La conversación que os traéis entre manos me ha recordado un poema que escribí hace tiempo y que me gustaría sacar a colación aquí, ya que habéis sido tan generosos —tanto tú como “Yo mismo”— al compartir anécdotas de vuestra vida cotidiana.

Ando y ando
huyendo de no sé dónde
hacia no sé qué lugar.
Sintiendo febril
la necesidad de parar
en medio de la calle
—de cualquier calle—
y mirar furtivamente
hacia arriba —por ejemplo—.
Comprobar si aún existe
el color dorado en las nubes,
ahora que seguramente el sol
se esté ocultando en alguna
montaña, en algún
horizonte lejos de este mío
de prisas y ladrillos.
El color dorado en las nubes...
mirando de puntillas
por entre tejas de uralita
y antenas de televisión...
Y algún pájaro volando
—¿no hay aún suficientes jaulas?—
algún pájaro volando
y al fondo los matices serenos
de un cielo contándome
que hay algo más que plástico,
algo más que enanos como yo
enclaustrados en cemento
(monjes de miseria,
insatisfechos basureros).

Quizás la muerte no sea
la extensión infinita que yo siento
y estemos todavía a tiempo
de dar un salto
—un salto grande y audaz—
con nuestras piernas paralíticas.
De dar un salto...
... y escapar.

Creo que estos dos últimos versos reflejan bien la necesidad de trascender las circunstancias para encontrar ese espacio de libertad en el que uno recupera una identidad que tiene más que ver con la piel, con la sensación vital de piel adentro, que con los conceptos. Y digo “recupera” porque me refiero a esa identidad que se relaciona con nuestra naturaleza, con lo que ya éramos cuando llegamos aquí, a este planeta; antes de que todos los escenarios diferentes comenzaran a enmarcarla.

Saluditos :)

Anónimo dijo...

Me han encantado tus versos en honor al espacio de libertad, en honor a nuestra identidad...

"Yo": tengo en red blag aportar comentarios acerca de trampas, idealismos y circunstancias... tan pronto como esta avalancha de trabajo me permita sentarme a escribir relajadamente... y volver a ser giraluna en este mundo de girasoles ;) ... muchas oficinas también son campos de girasoles... ;)

Buenas noches!

Anónimo dijo...

blag is flag!

Yo. dijo...

Cabeza grabadora: GRACIAS por tus extraordinarios versos. Por favor, no dejes de regalarnos tu poesía :)

Yo mismo: Jajajajaja, sé a qué te refieres... Desde mi pequeño cubículo gris el panorama no es mucho más halagüeño ;)

citricut dijo...

A mí, andaluz que no poeta, hace tiempo que mi circunstancia me trajo a la Gran Ciudad. Lamentablemente opino que no puede existir “yo” sin circunstancia, y digo lamentablemente porque mi anhelo es el individualismo completo, poder creerme que una decisión o acto que he llevado a cabo no se ha visto influido factores ajenos, pero sé a ciencia cierta que eso no va a ser así.
Dicho esto querría comentar la situación que se describe en el metro, coincide que ese experimento es mi afición favorita cuando viajo en ese medio de transporte. El que la gente no se mire o no interactúe es fruto de la indiferencia; nos vemos pero nos ignoramos, posiblemente por haber perdido totalmente la fe en el Ser Humano y en el prójimo. Esto, que alarma a algunos, para otros es una bendición, un don que solo puede otorgar la Gran Ciudad y que se contrapone al intrusismo, al cotilleo y “metomentodismo” que se vive a pocos kilómetros de aquí.
Vive y deja vivir.

Anónimo dijo...

Flipo contigo, Citricut.

Escribes tu parrafada y tan pancho/a la publicas...

Réplicas a un par de frases que atormentan mi lectura:

- 'mi anhelo es el individualismo completo' ¿Quieres decir que tu máxima es pensar/actuar olvidando al resto de personas y de normas, y que tus derechos se antepongan a los estatales/sociales?
Quiero pensar que no, y que simplemente no has usado la palabra de una manera afortunada...
Quizás te referías a que aspiras a que no haya extremadas influencias externas, a no ser fácilmente influenciable (tener personalidad), si es así, puedes perfectamente elegir lo que te ha de preocupar y lo que no. Cualquier libro de psicología te dice que el 90% de las cosas que te preocupan es porque tú quieres...

- 'un don que solo puede otorgar la Gran Ciudad'
Leído ésto dejas ver que has huído de un ambiente que te atormentaba por estar rodeado de intrusismo/cotilleos... y que la satisfacción que te aporta la Gran Ciudad es que nadie sabe de tu pasado, de tus errores, de tu vida... ¿tienes algo que ocultar? ¿te avergënzas de tus errores? ¿huyes de tu pasado y quieres vivir en soledad un presente hasta que seas valiente y el mundo entero pueda conocer tu presente?

Más que 'vive y deja vivir', tu comentario se enmarca en 'si no quieres que fama pasada te atormente, cambia de aires y vente a La Gran Ciudad, cuanta más gente haya más posibilidades tienes de pasar inadvertido, o en su defecto de que más gente haya cometido los mismos errores que tú/ o peores... y entonces cuando vuelvas a territorios de cotilleos e intrusismos podrás contar lo que quieras! cualquier cosa que arregle tus errores pasados! inventa que eres feliz, que eres perfecto, porque nadie te conoce, nadie sabe de tí, no eres nada para La Gran Ciudad...

citricut dijo...

Hola anónimo,
Ante todo agradecer tu respuesta, ya que prefiero una reacción airada a ninguna reacción en absoluto.
Sobre el significado de “individualismo” al que me refería, es más la primera acepción de la RAE que la segunda, aunque no deja de ser una utopía, evidentemente no puedo ser independiente de todo y de todos, aunque, ¿no sería bonito?
Acerca del porqué de mi estancia en la Gran Ciudad sí que estabas más errado; ya que de entre la retahíla de justificaciones psicosociales que has enunciado te ha faltado una, la mía, simplemente que por haber nacido en un lugar inadecuado tengas menos oportudiades laborales y profesionales. Un lugar, que desde el punto de vista de mis necesidades personales, ofrecía una calidad de vida incomparable con la tan tributada Gran Ciudad; desafortunadamente, la calidad de vida no paga las facturas.
Así que esa es mi relación con la Gran Ciudad, ella me da oportunidades, yo pago mis impuestos; ella me proporciona servicios, yo los consumo. Justa y discreta, como a mi me gusta. Lo único por lo que estoy en deuda con ella es haber conocido a gente de una excelencia humana y mental envidiable.
Gracias de nuevo por leerme,
Un saludo.

Pilar Benito dijo...

El discreto encanto del anonimato, sí, creo que sé a lo que te refieres, Citricut, también yo a veces lo he vivido como una especie de alivio. Esa sensación de hacer lo que te viene en gana sin ser espiado, juzgado, premiado o castigado; poder incumplir la norma sin ser vilipendiado, sin tener que pagar el precio abusivo de la comidilla, o incluso de la represalia. Aunque, retomando la experiencia de la que nos habla “Yo” en su entrada, ¡qué delicia encontrar ese gesto cómplice entre lo anónimo! Hasta parece que el tiempo se para cuando eso sucede, ¿que no? El gran tirano se hace siervo y nos permite percibir un atisbo de lo más cercano a la eternidad que probablemente podamos conocer, por ahora al menos.

Porque esa suerte de encontronazo tiene mucho que ver con esa identidad de piel adentro, gracias a la cual nos reconocemos en el otro sin que por ello pasemos a depender de él, o viceversa. Es en ese espacio de libertad, en esa fisura de la Matrix ;), donde podemos amar sin nombrarlo así siquiera, sobrevolando toda circunstancia y, por tanto, todo lazo o atadura. Mmmmm... ¿No oléis ya ese aire?

Ya, sí, claro que hay en nosotros una parte que teme esa ligereza, esa inestabilidad, e intenta atar, controlar, domeñar, ser dueña de la situación y, por ende, esclava, pero tenemos la opción de trascenderla. Lo que quiero decir es que tal vez lo que hace que viajemos tan juntos en un vagón de Metro, permaneciendo al tiempo tan lejanos, no sea la indiferencia hacia el prójimo, sino la indiferencia hacia esa otra parte de nosotros, hacia ese otro yo que no depende de las circunstancias.

Gracias por tu invitación, “Yo”, te tomo la palabra. Ya me dejaré caer...

Anónimo dijo...

Yo: echo de menos tus publicaciones!!

Yo. dijo...

Yo mismo: Prometo escribir algo pronto :) Últimamente leo mucho y me olvido de escribir, intentando entender qué está pasando en el mundo en estos días que parecen previos a un gran conflicto que unos y otros parecen dar por sentado.

Supongo que me horroriza ver cómo ante la crisis económica la respuesta es apuntar al vecino con todo nuestro arsenal mientras se desinforma al pueblo para que no proteste...

Pero gracias por acordarte de este rinconcito :) Qué ilusión hace que alguien te lea!